Nuestra predicación debería tener una voz que hablara a todas las clases, y todos deberían tener oído para ella. Acomodar nuestra palabra a los ricos sólo sería una adulación vergonzosa, y dirigirnos sólo a los pobres para agradarles es hacer la obra de un demagogo.
Título: «Salmo de Asaf». Este es el primer Salmo de Asaf, pero no sabemos si fue la producción de este eminente músico o meramente era dedicado a él.
Título: «Al músico principal.» Por tanto, no fue escrito para meditación privada solamente, sino para el servicio público de canto. Apropiado para la intimidad de la penitencia individual, este Salmo incomparable se adapta también para una asamblea de pobres en espíritu. «Un Salmo de David.»
Título: «Al músico principal». Incluso los Salmos cortos, que sólo registran un caso de la bondad del Señor y reprenden, aunque sea brevemente, el orgullo del hombre, son dignos de ser cantados por nosotros.
Título: «Al músico principal». Si el dirigente del coro tiene el privilegio de cantar los jubileos de la gracia divina, no por e119 debe desdeñar el canto de las miserias de la depravación humana. Esta es la segunda vez que se le confía este Salmo (ver Salmo 14), y por tanto tiene que tener más cuidado al cantarlo.
De los versículos 1 al 3, cuando la palabra Selah hace una pausa, el Salmista suplica a Dios; y luego, en el resto del Salmo, poniendo a un lado toda duda, canta un himno de triunfo gozoso. El vigor de la fe es la muerte de la ansiedad y el nacimiento de la seguridad. C. H. S.
Sería inútil intentar establecer el tiempo y ocasión para este Salmo de modo dogmático. Da la impresión de haber sido escrito al tiempo de Absalón y Ahitofel. C. H. S.
Tenemos aquí los cánticos del siervo de Dios, que se regocija una vez más por su retorno del destierro, y abandona los lugares peligrosos en que se había visto obligado a refugiarse y callar, incluso ante lo bueno.
Esta petición es una oración compacta, llena y breve, y digna de ser el emblema de un cántico sacro. David había dicho: «No le destruyas», con referencia a Saúl, cuando lo tenía en su poder, y ahora él se complace en emplear las mismas palabras en su súplica a Dios.
Éste es el cuarto de los Salmos del «Secreto áureo» y el segundo de los «No destruyas». Estos nombres, si no sirven para nada más, son útiles para ayudar a la memoria. Los hombres dan nombres a sus caballos, joyas y otras posesiones, y estos nombres no significan más que una distinción para reconocerlos, y en algunos casos exhiben la alta estima del poseedor sobre este tesoro.
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