La Gran Cena. Bosquejos Bíblicos para Predicar Lucas 14:16-24
El tiempo de la cena es la presente dispensación. La cena se refiere a las bendiciones y privilegios concedidos para los hombres en el sacrificio del Hijo de Dios. Los muchos que fueron invitados (v. 16) son los judíos, que recibieron la primera invitación, y que habían sido avisados con mucha anticipación. Las excusas son las insensatas objeciones presentadas por ellos contra Jesús y sus demandas.
Los pobres y mancos son los publicanos y pecadores entre los judíos y gentiles que aceptaron la invitación. Los obligados a entrar desde los caminos y vallados son los que estaban lejanos y que carecían de esperanza. Los que nunca gustarán de esta cena son los componentes de la nación judía incrédula, que han sido «cortados» (Hch. 13:46; Ro. 11:20). Esta puede ser la enseñanza dispensacional de la parábola, pero consideremos algunos pensamientos prácticos:
I. Una triple razón para acudir.
1. «VENID, QUE YA TODO ESTÁ PREPARADO.» «Todo.» Cada bendición espiritual y temporal para el tiempo y la oportunidad está ahora preparada en Cristo Jesús. Frecuentemente vemos el anuncio acerca de algún nuevo libro en imprenta o ya preparado. Aquí tenemos un anuncio de que todo lo que toca a la salvación del pecador está YA PREPARADO.
¿Necesitas un sustituto? Contempla entonces al Cordero de Dios. ¿Necesitas perdón? Está ya dispuesto (Hch. 13:38). ¿Necesitas paz? Pues la paz está hecha, etc. ¿Necesitas poder? Pues se ofrece poder (Hch. 1:8).
2. «VENID, PORQUE SE INVITA A TODAS LAS CLASES.» Lo cierto es que estas cuatro clases las incluyen a todas: Primero, los pobres: Los que se alimentan de mendrugos de pan seco, y que nunca han sabido lo que es un banquete que los pueda colmar.
Los que van de puerta en puerta de los centros de placer del mundo, rogando por algo que pueda satisfacerlos, y no consiguiendo nada. Segundo, los mancos, los que se han visto privados de algunos de sus miembros, y que han quedado irremediablemente mutilados.
Moralmente, esta clase representa a aquellos cuya conciencia ha quedado cauterizada, y aquellos cuya capacidad de voluntad ha quedado anulada. ¡Qué sujeto más impotente! ¡Sí, venid, porque todo está preparado! En tercer lugar, los cojos: los que tienen todos sus miembros, pero en una condición deforme, cuya manera de andar no es ni recta ni constante. Estos hacen lo mejor que pueden para dar una apariencia de normalidad, pero no les es posible ocultar su deformidad.
En cuatro lugar, los ciegos: los que pueden andar rectamente, pero que están en la negrura de la oscuridad constantemente. Su vida externa puede ser perfecta a los ojos de los hombres, pero no saben a donde van, y están inconscientes del peligro en que se encuentran. Puedes explicarles la verdad, pero la respuesta que dan es: «No lo veo así».
3. «AUN HAY LUGAR.» La casa se está llenando rápidamente, pero aún hay lugar. Nadie puede saber cuánto lugar queda todavía. No sabemos la hora en que el Señor puede levantarse y cerrar la puerta. Pero aún hay lugar: lugar en el amor del Padre, en la muerte expiatoria del Salvador, en el ministerio del Espíritu, y en el ofrecimiento del Evangelio.
II. Una triple excusa para no acudir. Para expresarlas de manera sucinta, pueden darse de esta manera:
1. «TENGO OTRA COSA QUE VER.» «He comprado un campo, y necesito ir a verlo» (v. 18). ¿Por qué será que los hombres necesitan ir a ver sus posesiones terrenas, y no tienen tiempo para considerar la provisión que Dios ha preparado para su seguridad y herencia eternas? Desde luego, hay muchas cosas interesantes en el mundo de lo visible, pero ¿qué puede compararse con la gloria salvadora de la Cruz de Cristo?
2. «TENGO OTRAS COSAS QUE HACER.» «Voy a probarlos» (v. 19). Estaba más deseoso de probar los bueyes que probar las riquezas de la oferta regia. Algunos parecen pensar que el tiempo para obedecer el llamamiento de Dios será cuando no tengan nada más que hacer. Los hay que persisten en ir probando sus propios intereses mundanos hasta que finalmente descubren que han sido unos necios. Mientras están «ocupados en una y en otra cosa» se les desvanece su oportunidad de vida eterna.
3. «TENGO OTRAS COSAS DE QUÉ GOZAR.» «Acabo de casarme, y por tanto no puedo ir» (v. 20). Todas las nuevas relaciones, tanto si son de negocios como matrimoniales, tendrán ciertamente una poderosa influencia en uno u otro sentido.
Puede que no haya pecado alguno en casarse con una mujer, en comprar una casa, en constituir una nueva asociación, o en esperar un acontecimiento venidero; pero si los afectos del corazón están centrados de tal manera en estos que el Evangelio de la gracia de Dios tiene que tomar un lugar secundario, entonces la vida se convierte en un insulto positivo al Hijo de Dios. De Dios nadie se burla.
Él ha declarado de manera enfática que ninguno de los que traten a la ligera su invitación llena de gracia «gustará mi cena». Los que prefieren hacerse sus propias cenas en el tiempo sentirán al fin la opresión de aquella pobreza que es eterna. Nadie ha podido todavía dar una excusa que satisfaga a Dios por no aceptar a su Hijo como Salvador. Es a ti que invita Dios, no a tus excusas; éstas nunca podrán tomar tu lugar.