Nombre que los griegos y romanos aplicaron a todo el país habitado por los israelitas, y que desde entonces le ha sido aplicado de manera general. En realidad es un término impropio: Se deriva de Filistea, nombre de la estrecha franja dominada por los filisteos (cfr. Herodoto 7:89 y Jl. 3:4; Éx. 15:14; Is. 14:29, 31).
Los antiguos hebreos daban el nombre de Canaán a la fracción de este territorio situada al oeste del Jordán, distinguiéndola del país de Galaad, al este del río. Después de la conquista, toda la región recibió el nombre de Israel (1 S. 13:19; 1 Cr. 22:2; Mt. 2:20). Después del cisma nacional, el nombre de Israel designaba con frecuencia el reino del norte.
En He. 11:9 el país recibe el nombre de «Tierra Prometida». Poco después del inicio de la era cristiana, los escritores griegos y latinos empleaban el término de «Palestina». En la Edad Media se empleaba en general el nombre de «Tierra Santa».
La administración inglesa, al hacerse cargo de estos territorios, conquistados a los turcos en la Primera Guerra Mundial, usaron constantemente el nombre «Palestina». En este diccionario se usa como término de conveniencia, debido a su extendido uso en contextos geográficos, pero reconociendo la impropiedad de su aplicación.
No se puede aplicar en realidad el término de Filistea a todo el conjunto. Es mucho más propio denotarla como tierra de Canaán o, mejor, de Israel, o bien Tierra Prometida, como lo fue a Abraham y a su descendencia (cfr. Gn. 15:18-21). Señalada esta salvedad, se usará en adelante Palestina como nombre de conveniencia.
(a) Sus límites y extensión.
El territorio que ocupaban los hebreos se extendía, de sur a norte, desde Cades-barnea y desde el wadi de el-'Arish hasta el Hermón.
Desde el oeste hasta el este, iba desde el Mediterráneo al desierto oriental, con excepción de la llanura filistea y del país de Moab. Los más grandes reyes de Israel dominaron Hamat y Damasco, llegando sobre el Éufrates, y sometieron también a Amón, Moab y Edom.
Los hebreos expresaban los límites de su país con la expresión «desde Dan a Beerseba» (más de 240 Km.). El wadi el-Fikrah y el Arnón constituían entonces su frontera meridional. La densidad de la población residente dentro de estos límites era grande.
Omitiendo la mayor parte del territorio de Simeón y una fracción de Neftalí, se constata que sus límites describen un paralelogramo aproximado cuya altura (medida en las latitudes de Dan y del extremo meridional del mar Muerto) es de alrededor de 233 Km., y su base de 113 Km. Su superficie es de alrededor de 26.288 Km2.
Este paralelogramo incluye la región de los filisteos, que en su época de máxima extensión iba desde el Carmelo hasta Beerseba. Restando la superficie correspondiente a esta franja, los hebreos ocupaban alrededor de 21.716 Km2. La Palestina oriental tenía entonces algo más de 9.842 Km2, desde el Hermón hasta el Arnón. La Palestina occidental, hasta Beerseba al sur, y junto con Filistea, tenía aprox. 15.642 Km2.
(b) Su población.
En la época de la conquista había 600.000 varones, lo que da una población total de alrededor de dos millones de personas para un territorio de alrededor de 21.716 Km2. El rey David hizo llevar a cabo un censo sobre un territorio mucho mayor.
En 1978 el Estado de Israel contaba con 3.737.600 habitantes. La Biblia y el historiador Flavio Josefo declaran que la densidad de la población era considerable. Esto es atestiguado asimismo por los vestigios de numerosas ciudades. Las innumerables colinas existentes aparecen casi siempre coronadas por una ciudad o un pueblo, bien habitado, bien en ruinas.
(c) Geología estructural de Palestina.
La costa oriental del mar Muerto está bordeada por un banco de «arenisca de Nubia» (que también recibe el nombre de arenisca de Petra), y también una parte del acantilado que bordea el valle del Jordán sobre su ribera oriental.
Estas mismas formaciones se vuelven a hallar sobre las vertientes occidentales del Líbano y del Antilíbano; por lo general son de un rojo fuerte o ennegrecido. Representan una formación en la que se aprecian movimientos de vaivén de las aguas que descargaron los sedimentos; en la interpretación actualista de la historia geológica estas formaciones son clasificadas en su mayor parte como pertenecientes al Jurásico, aunque se reconocen también terrenos atribuidos a distintas clasificaciones, desde el Carbonífero hasta el Cretáceo inferior, y proyectándose hasta el mismo Cretáceo. Por encima se halla la formación geológica más importante de Palestina: la «caliza cretácea», que constituye la mayor parte de la meseta, al este y al oeste del Jordán.
En Jerusalén hay dos capas de caliza, la superior, más dura, que los habitantes llaman «misseh», y la capa inferior, blanda, que denominan «melekeh». Las excavaciones de los depósitos, de las sepulturas, por debajo de la ciudad y sus alrededores, han llegado a penetrar en el «melekeh». Los cimientos de los edificios descansan sobre el sólido «misseh».
Las canteras cercanas a la Puerta de Damasco se hallan en el «melekeh». De allí provenía la piedra usada para el Templo. Se hallan bancos de caliza desde el Carmelo, descendiendo hacia el sur hasta Beerseba, desde donde giran hacia el suroeste, corriendo paralelos al Mediterráneo. Estas calizas son atribuidas a épocas más recientes que las anteriores.
Alrededor de Jerusalén y en las cercanías de Siquem se hallan también formaciones de calizas asignadas a épocas más recientes, recibiendo el nombre de «numulíticas» porque presentan una gran abundancia de numulites (género de foraminíferos, diminutos animales recubiertos de una concha calcárea en la linde del campo microscópico).
Estas calizas numulíticas son atribuidas en el esquema geológico actualista al Eoceno medio. Sin embargo, la caliza numulítica está tan asociada con la caliza cretácea que parece que las dos constituyen una sola formación.
Flaqueando la caliza numulítica al oeste se halla una larga capa de greda calcárea que atraviesa la franja filistea y que aparece hasta el norte en formaciones aisladas, llegando hasta las cercanías del Carmelo. Es una greda porosa, blanda, fácilmente disgregable, dejando al descubierto la caliza más dura de la meseta, y descendiendo hacia las planicies de Judea y de Samaria de manera abrupta.
Entre esta greda de la Filistea y el Mediterráneo se hallan unas playas elevadas atribuidas al Plioceno superior. La costa mediterránea de Filistea, especialmente allí donde el terreno es bajo, presenta una serie de dunas, algunas de las cuales llegan a los setenta metros de altura.
Las del suroeste han podido ser formadas, en parte al menos, por las arenas de Egipto y del Sinaí arrastradas por los vientos. Las dunas septentrionales provienen de arenas erosionadas por los vientos de la greda calcárea de Filistea y tienden a invadir los territorios cultivados.
Aparte de esta consideración de las formaciones sedimentarias, se debe indicar que las formaciones atribuidas al Carbonífero se hallan salpicadas de «rocas volcánicas» relacionadas con la gran masa de granito, de diorita y de felsita que se halla más al sur, en el Arabá y en el Sinaí.
Más allá de la ribera oriental del Jordán, algo más allá del Hermón hasta el sur del mar de Galilea, y hacia el este y el sudeste de Haurán, más allá de Palestina, el país se halla cubierto por una inmensa acumulación de materias volcánicas: basalto, dolerita, felsita.
Se hallan bloques diseminados de estas rocas volcánicas por la Palestina occidental, al oeste y al noroeste del mar de Galilea, y en otros parajes.
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