Uno que toma la causa de otro, a quien uno apela en petición de ayuda, defensor (1 Jn. 2:1). La misma palabra griega se traduce «Consolador» (Jn. 14:16, 26; 15:26; 16:7).
Vemos entonces que se aplica tanto al Señor Jesús como al Espíritu Santo. Esto también se ve en sus palabras: «Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador.»
Las palabras «si alguno peca, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo» se aplican al presente oficio de Cristo ahora en la gloria; no está Él abogando por los inconversos, sino por los cristianos cuando cometen pecado; y ello ante el Padre, por cuanto el que peca es hijo.
El pecado del creyente quebranta su comunión con Dios, y la acción de Cristo es restaurar esta comunión. Él es el Paracleto en el cielo, que intercede por el santo, y el Espíritu Santo es el Paracleto en la tierra, para asegurar el bienestar espiritual del pueblo de Dios. Cp. también Ro. 8:34; He. 7:25; 9:24.
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