Esta expresión se halla en Dn. 11:31; 12:11; Mt. 24:15; Mr. 13:14. Queda por ello relacionada con la gran tribulación mencionada por el Señor en los pasajes evangélicos.
La profecía de Daniel tuvo un cumplimiento parcial en la profanación del templo por parte de Antíoco Epifanes el año 168 a.C. Es evidente que este cumplimiento no agota la profecía, por cuanto el Señor Jesús, en los pasajes evangélicos arriba mencionados, sitúa su cumplimiento en el futuro.
En Dn. 9:27 se muestra que esta abominación tiene lugar en la segunda mitad de la última de las setenta semanas de Daniel (Dn. 9:24). El que hace un pacto con los judíos en aquellos días y después lo quebranta es el caudillo del futuro imperio romano restaurado.
(Ver SETENTA SEMANAS) De esta persona se hará una imagen, y todos serán forzados a adorarla (Ap. 13:14, 15). Sin embargo, no se dice que vaya a ser llevada al futuro templo, en tanto que el Señor anuncia que la abominación estará en el lugar santo.
Del Anticristo sí se anuncia que «se exalta sobre todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el santuario de Dios como Dios» (2 Ts. 2:4).
Es evidente que la «abominación desoladora» está relacionada con la trinidad de maldad descrita en Ap. 13, y que será obra de Satanás, de la Bestia, y del falso profeta. Ello terminará en una terrible asolación.
El asolador es el asirio (Is. 8:8, 9; 28:2, 18), el rey del norte que entonces dominará el territorio de Asiria (Dn. 11:40).
Este cumplimiento final y definitivo tuvo también un cumplimiento parcial durante el asedio de Jerusalén por las tropas de Vespasiano y Tito; el lugar santo fue profanado por los zelotes judíos, y los cristianos de Judea, conocedores del aviso del Señor, huyeron a Pella (Mr. 13:14-16).
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