Para los hebreos, se trataba eminentemente del aceite de oliva. En la descripción de la riqueza de la tierra, una de las cosas mencionadas es «una tierra que fluye aceite...»; entre las bendiciones mencionadas con las que Dios iba a enriquecer a Su pueblo obediente se hallaba la de que su aceite sería multiplicado (Dt. 7:13; 8:8). Era un artículo valioso, y se empleaba para distintos propósitos.
Se usaba como:
alimento (2 Cr. 2:10, 15; 11:11; Sal. 55:21);
para ungir a los sacerdotes y a los reyes (Lv. 8:12; 1 S. 10:1; 16:1, 13);
en los sacrificios de la ofrenda de alimento (Heb. «minchãb», Lv. 2:1-16);
como ingrediente en el aceite de la santa unción (Éx. 30:24, 25); (ver UNCIÓN)
como cosmético (Sal. 23:5; 92:10; Lc. 7:46);
como combustible en lámparas (Éx. 35:8, 14);
como emoliente (Lc. 10:34).
El aceite es un tipo del Espíritu Santo (Mt. 25:3-10; He. 1:9).
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