Una estructura sobre la que se ofrecían sacrificios a Dios; imitada por los paganos en honor de sus falsos dioses.
El primer altar del que tenemos mención en las Escrituras es el construido por Noé al abandonar el Arca; sobre él ofreció sacrificios de todo animal y ave puros (Gn. 8:20).
También Abraham, Isaac y Jacob erigieron altares al Señor; éstos seguramente fueron construidos de piedra o tierra, pero es notable cuán pocas veces leemos que ofrecieran sacrificios sobre ellos.
En ocasiones se dice simplemente que erigieron un altar a Jehová, y en otras ocasiones que erigieron un altar y que invocaron el nombre de Jehová. Parece que los altares se erigían como lugares para allegarse a Dios, siendo el sacrificio la base de ello.
A Moisés se le mandó que en todos los lugares donde Dios hiciere estar la memoria de Su nombre le deberían erigir un altar de madera, de tierra o de piedra, y ofrecer encima ovejas y bueyes como holocausto y ofrendas de paz; si los altares se hacían de piedra, no deberían ser de piedra labrada; si alzaban herramienta sobre él, quedaría contaminado (Éx. 20:25, 26).
No debe hacer nada de obras humanas al acercarse a Dios; lamentablemente, este principio ha sido terriblemente violado por inmensas secciones de la cristiandad, en las que se enseña que el hombre debe acercarse a Dios con buenas obras para ser aceptado por Él (contrastar Tit. 3:4-7; Ef. 2:8-10). (Ver OBRAS)
Se añade también: «No subirás por gradas a mi altar, para que tu desnudez no se descubra junto a él.» Se prohiben aquí las añadiduras humanas, porque en las cosas divinas lo que surja del hombre mismo solamente manifiesta la condición absolutamente vergonzosa de todo lo que surge de la naturaleza caída (cp. Col. 2:20-30).
Cuando se emprendió la obra del tabernáculo, Moisés recibió precisas instrucciones y se le ordenó que lo hiciera todo como le había sido mostrado en el monte.
(a) ALTAR DE BRONCE El altar de bronce debía ser hecho de madera de acacia recubierta con bronce; debía tener 3 codos de altura y 5 codos de lado (Éx. 27:1-8).
En el templo erigido por Salomón este altar estaba hecho de bronce, y tenía 10 codos de altura y 20 codos de lado (el mismo tamaño que el lugar santísimo (2 Cr. 4:1)).
El altar del templo milenial está descrito en el libro de Ezequiel (Ez. 43:1317). El altar de bronce recibía también el nombre de «altar del holocausto»; en él estaba el fuego encendido de continuo (Lv. 6:9), y era en él que se consumían las ofrendas, esto es, en la reja que estaba colocada en su medio.
Tenía un cuerno en cada esquina, sobre los que se ponía sangre de la ofrenda por el pecado. Allí se acogían a refugiarse los que buscaban protección, aferrándose a los cuernos del altar (1 R. 1:50, 51; cp. Éx. 21:14).
El altar de bronce estaba situado de manera que era lo primero que se hallaba al entrar en el patio, y señalaba que el único camino de entrada ante Jehová era mediante el sacrificio.
Tenía que haber muerte antes que el hombre caído pudiera tener acceso a la morada de Dios. En el NT se expresa el principio de que comer de un sacrificio es una manifestación de comunión con el altar donde se efectúa el sacrificio.
Así, no se puede beber de la copa del Señor y de la copa de los demonios, ni participar de la mesa del Señor y de la mesa de los demonios (1 Co. 10:1821).
A los creyentes hebreos se les dijo: «Tenemos un altar del cual no tienen derecho a comer los que sirven al tabernáculo» (He. 13:10).
Ello se refiere a la ofrenda por el pecado, cuya sangre era llevada al lugar santísimo, y cuya carne no era comida, sino quemada fuera del campamento. Jesús sufrió fuera de la puerta, y por ello, para estar en Su compañía, se instruía a los creyentes a que abandonaran el campamento; esto es, a que abandonaran el judaísmo.
Como servidores del tabernáculo que eran todavía, no tenían derecho al altar cristiano.
En Apocalipsis tenemos un altar de oro en el cielo, y mucho incienso asciende con las oraciones de los santos; pero el fuego del altar de bronce es arrojado sobre la tierra, y es seguido de juicios (Ap. 8:3-5; cp. también Ap. 9:13).
Y Juan oyó decir al altar (así es como se debería traducir este pasaje): «Ciertamente, Señor Dios Todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos» (Ap. 16:7). Se trata aquí indudablemente del altar de bronce (cp. Ap. 6:9; Is. 6:6).
(b) ALTAR DE INCIENSO El altar del incienso estaba hecho de madera de acacia, recubierto de oro puro (Éx. 30:1-5; 37:2528). Tenía 1 codo de lado y 2 codos de alto.
En el templo de Salomón, este altar era de madera de cedro, recubierta de oro, pero no se dan sus dimensiones. En el futuro templo milenial descrito por Ezequiel el altar del incienso tiene 2 codos de lado y 3 codos de alto (Ez. 41:22).
El altar del incienso recibe también el nombre de «altar de oro». Estaba situado en el lugar santo, junto con el candelabro de oro y la mesa de los panes de la proposición.
Sobre este altar se debía quemar santo incienso mañana y tarde, tipo del Señor Jesús como perpetuo sabor agradable a Dios. Fue al lado de este altar que el ángel se le apareció a Zacarías para anunciarle la concepción y el nacimiento de Juan el Bautista (Lc. 1:11). (Ver SACRIFICIOS)
(c) ALTAR AL DIOS NO CONOCIDO El altar al Dios no conocido era una inscripción en un altar en Atenas. Sea cual fuere el origen de esta inscripción, le dio al apóstol Pablo una admirable tesis para su discurso a los idólatras atenienses. Éste era precisamente el Dios que él había venido a revelarles (Hch. 17:23).
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