Nombre de los descendientes de «Ben-ammi», el hijo menor de Lot con su hija menor, nacido en una cueva de un monte cerca de Zoar, ahora llamado «Zi'ara», unos pocos kilómetros al norte de Hesbón.
Sus descendientes eran vecinos de Israel al oriente, entre el Arnón y el Jaboc, y tuvieron mucha relación con la historia de Israel. Dios había ordenado a Moisés que no tocara a los amonitas; la tierra de ellos no podría ser poseída por Israel (Dt. 2:19, 37).
Dios la había dado a los hijos de Amón. La capital de ellos era Rabat-amón, que fuera quizá su única ciudad, puesto que eran una nación nómada.
A ninguno de esta nación se le debía permitir la entrada en la congregación de Israel hasta la décima generación, esto es, nunca (Dt. 23:3; Neh. 13:1). Juntamente con Amelec, ayudaron al rey de Moab contra Israel, y Jericó cayó en poder de ellos (Jue. 3:13).
Israel sirvió a sus dioses, y Dios entregó a las tribus de ambas riberas del Jordán para que sirvieran a los amonitas. Al clamar los israelitas a Jehová, los hijos de Amón fueron derrotados por Jefté.
En los primeros días del rey Saúl asediaron Jabes-galaad, y solamente estaban dispuestos a firmar la paz bajo la condición de que se arrancaran los ojos derechos de sus habitantes, a fin de arrojar deshonra sobre Israel.
Saúl se lanzó apresuradamente en su ayuda, y lanzó a los amonitas a la desbandada (1 S. 11:1-11; 12:12). El oro y la plata que les fue arrebatado en la batalla fueron dedicados a Jehová por David.
Su rey insultó a los siervos de David cuando envió mensajeros a consolarle por la muerte de su padre, de la misma manera que el mundo rehúsa la bondad del rey de parte de Dios, y ello atrae juicio sobre él (2 S. 10:1-10; 11:1; 12:26-31).
Por otra parte, Sobi, de Rabá, trajo provisiones cuando David huía de Absalón (2 S. 17:27), y Selec, amonita, es contado entre los treinta valientes de David (2 S. 23:37).
Salomón amó a algunas de sus mujeres, y la madre de Roboam, su sucesor, fue Naama, amonita (1 R. 14:21, 31). Hostigaron a Israel con suerte diversa hasta los días de Joaquín (2 R. 24:2).
Al ser Lot padre de Moab y de Amón, no es sorprendente que ambas naciones se coligaran con frecuencia en sus ataques contra Israel.
El aborrecimiento del pueblo de Dios los unía en un deseo común de borrar el nombre de Israel como nación (Sal. 83:4-8).
Tobías, un amonita, fue un perturbador adversario de los judíos a su retorno del cautiverio babilónico (Neh. 2:10, 19; 4:3, 7). Sin embargo, los judíos «mezclaron el linaje santo» con esta nación (Esd. 9:1, 2; Neh. 13:23-25).
Toda la historia nos da instrucción con respecto a la imperativa necesidad de mantenerse separados de las contaminaciones del mundo a fin de poder caminar con Dios, y recibir bendición de Él.
Cuando el rey del norte, en un día futuro, entre en «la tierra gloriosa», Edom, Moab y Amón escaparán de su mano (Dn. 11:41); son reservados para que sean sometidos por Israel, a quien habían seducido y perseguido en el pasado (Is. 9:14).
Milcom y Moloc eran los dioses de los amonitas; Salomón fue seducido a darles culto por sus esposas extranjeras (1 R. 11:5, 7).
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