En los pueblos antiguos, así como en Israel, el estiércol animal era usado como combustible y también como abono una vez seco. Se ponía a secar al sol o en las azoteas. Se usaba para encender los hornos y el fogón (Ez. 4:12-16).
Isaías lo menciona como fertilizante (Is. 25:10). En Jerusalén existían una «Puerta del Estercolero» o «Puerta del Muladar» (Neh. 2:13; 3:13, 14; 12:31), llamada así, seguramente, porque junto a ella se arrojaban las inmundicias de la ciudad.
En sentido figurado, yacer en el estercolero es señal de extrema miseria (Lm. 4:5) y alzarle a uno del estercolero significa sacarlo de su postrada condición (1 S. 2:8; Sal. 113:7).
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