Tarima sobre la que reposaban los pies de un personaje sentado, por ejemplo, en un trono (cp. el trono de Salomón, 2 Cr. 9:18).
Simbólicamente, el arca del pacto se considera como el estrado de Jehová, «sentado sobre los querubines» (1 Cr. 28:2; Sal. 99:1, 5; 132:7-8); la tierra es asimismo el estrado de los pies de Aquel que tiene el cielo como Su trono (Is. 66:1; Mt. 5:34-35).
Los enemigos de Cristo vendrán un día a ser estrado de sus pies (Sal. 110:1; Hch. 2:35; 1 Co. 15:25).
Este signo de victoria recuerda el de los conquistadores de la antigüedad que ponían el pie sobre el cuello de sus adversarios vencidos (Jos. 10:24; Sal. 66:12; Is. 51:23).
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