1ª Epistola
(I) Autor.
La primera epístola de Juan es evidentemente del mismo autor que el cuarto Evangelio. Para la demostración de esta identidad, véase JUAN (EVANGELIO DE) en el apartado anterior.
Se señala en ambas obras una identidad de fraseología y de sintaxis. Los dos escritos se dirigen evidentemente a las mismas iglesias. Con todo, esta epístola no presenta ninguna de las características de las cartas griegas: no tiene ni nombre de autor, ni indicación de destinatario, y, en contra de lo acostumbrado, no termina con saludos.
Esta es la razón de que algunos exegetas estiman que es más bien una homilía. No obstante, este escrito es verdaderamente una carta, destinada a las asambleas de la provincia de Asia.
Las primeras palabras de la epístola evocan al instante el prólogo del Evangelio de Juan. Se hallan paralelos a este Evangelio en casi cada versículo de la epístola.
Además, esta carta tiene como objeto el mundo considerado como adversario de la Iglesia y como campo de misión (1 Jn. 2:2, 15:26; 4:3-5; 5:5, 19). La epístola pone en guardia contra el Anticristo y las falsas doctrinas que minan la enseñanza acerca de la persona de Cristo.
El autor está enfrentándose, muy probablemente, a una herejía gnóstica, el docetismo; según este sistema filosófico, Cristo no hubiera sido más que una apariencia inmaterial de cuerpo, una especie de fantasma. Los pasajes de 1 Jn. 1:1-3; 2:22; 4:1-3 parecen constituir una refutación de esta postura.
El docetismo tenía también una falsa concepción de la moralidad, que tendía a separar la fe cristiana de la piedad vivida.
El autor intenta aplicar a la vida cristiana la verdad, revelada históricamente por el Evangelio. Habiendo vivido en contacto personal con Cristo (1 Jn. 1:1-3; 4:1-14), habla con autoridad (1 Jn. 1:4; 2:1; 4:6, 14).
Hay, entre esta epístola y los discursos de Cristo registrados en los Evangelios, una similitud de expresión y de pensamiento que demuestra cómo el autor asimiló la enseñanza del Señor.
Ireneo y el fragmento de Muratori atestiguan que el apóstol Juan es el autor de esta epístola. Las citas más antiguas aún de Policarpo, Papías, etc., demuestran que la carta circulaba por las iglesias al inicio del siglo II.
(II) Contenido de la epístola.
Según la introducción (1 Jn. 1:1-4), el propósito de Juan es el de declarar a los hombres que la Palabra divina, fuente de vida, se ha manifestado, para que puedan tener en Cristo comunión y gozo con los primeros apóstoles.
Después, el autor enseña que el carácter de Dios, revelado por Cristo, debe determinar la vida espiritual y el comportamiento del creyente (1 Jn. 1:5-2:6).
Juan exhorta a sus lectores al amor cristiano, los pone en guardia frente a las seducciones del mundo y en contra de las falsas doctrinas (1 Jn. 2:7-27). Insiste (1 Jn. 2:28-3:24) en la necesidad de poner en práctica los mandamientos, de andar en rectitud, de permanecer en Dios, en previsión de la segunda venida de Cristo.
En efecto, nuestra filiación divina, que se hace patente por la obediencia y el amor, será entonces plenamente manifestada. Juan recuerda acto seguido a sus lectores que la confesión de que Cristo es el Hijo de Dios venido en carne, el seguimiento de los apóstoles, y la práctica del amor cristiano, son los criterios que permiten saber si uno tiene el Espíritu de Dios (1 Jn. 4).
Toda la vida espiritual y el nivel adquirido en la práctica del amor dependen de una fe auténtica en Jesús (1 Jn. 5:1-12).
(III) Conclusión.
La conclusión (1 Jn. 5:13-21) resume de una manera concisa el propósito de la epístola de confirmar la fe de los lectores y su comunión con Dios. Este epílogo expone con solemnidad los fundamentos históricos y espirituales sobre los que reposa la certidumbre de la vida eterna.
(IV) Fecha.
Es difícil determinar si la primera epístola de Juan fue escrita antes o después de su Evangelio. La fecha y el lugar donde fue redactada parecen corresponderse con los de la epístola.
2ª Epístola
La segunda epístola de Juan tiene la forma de una carta privada de la época helenística y contiene exactamente el número de líneas (al igual que la tercera epístola de Juan) que se podían escribir cómodamente en una hoja de papiro.
En armonía con la habitual reserva del apóstol Juan, el autor de la segunda epístola se refiere a sí mismo como «el anciano», calificativo también empleado por Pedro para referirse a sí mismo(1 P. 5:1).
Papías da este título a todos los apóstoles. El autor escribe a «la señora («kuria») elegida y a sus hijos». Se siente feliz de constatar que sus hijos se conducen piadosamente, y la pone en guardia contra los propagadores de falsas doctrinas.
La misma advertencia había sido dada en la primera epístola. La brevedad de esta carta constituye suficiente explicación de que no sea muy citada por los más antiguos autores cristianos.
Sin embargo, las pruebas externas de su autenticidad son abundantes, y los testimonios históricos más antiguos atribuyen esta carta al apóstol Juan. Clemente de Alejandría conocía al menos una de las dos cartas breves que Juan había escrito.
Ireneo cita 2 Jn. 11 como de Juan, el discípulo del Señor. Por otra parte, las notables similitudes de lenguaje y pensamiento que existen entre esta segunda y la primera confirman poderosamente que es asimismo de Juan.
Se supone generalmente que la expresión «la señora elegida y sus hijos» designa una iglesia y sus miembros, en tanto que según ciertos exegetas el término «kuria» (gr. dama) se dirige verdaderamente a una dama.
Pero parece insólito que el autor estime necesario exhortar a una tal dama a que «nos amemos unos a otros» (2 Jn. 5; cfr. asimismo la 2ª pers. pl., 2 Jn. 8-12).
Si el término «kuria» designa una iglesia, esta recomendación es comprensible. En este caso, la expresión «los hijos de tu hermana, la elegida» (2 Jn. 13) designaría a los miembros de una iglesia hermana.
3ª Epístola
La tercera epístola de Juan es asimismo una carta privada del mismo género. Dirigida por «el anciano» al amado Gayo, le expresa el gozo del apóstol Juan al conocer la excelente hospitalidad que había ofrecido a los hermanos.
El autor apremia a su amigo para que continúe obrando así, imitando lo bueno. La carta menciona asimismo a un cierto Diótrefes, opuesto a Juan, y a uno llamado Demetrio, a quien el anciano apóstol alaba mucho.
Gayo parece haber tenido un papel muy prominente en una de las iglesias de Asia, pero sin haber tenido ningún cargo eclesiástico. Es imposible identificarlo con ninguno de los personajes de este nombre que figuran en el NT. (Véase GAYO.)
Por el estilo y el contenido, esta carta se parece a las otras dos de una manera notable. No hay razón alguna que induzca a pensar que las tres epístolas no sean del mismo autor.
La primera epístola de Juan y las de Santiago, Pedro y Judas son generalmente denominadas «epístolas universales», porque no se dirigen a individuos ni a iglesias en particular, sino a gran número de comunidades a la vez.
La primera epístola de Juan fue indudablemente enviada a las iglesias de Asia, cuidando de las cuales había redactado el apóstol el cuarto Evangelio.
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