«rey de justicia».
Rey de Salem (probablemente Jerusalén, cfr. Sal. 76:3) y sacerdote del Altísimo (Gn. 14:18).
Fue al encuentro de Abraham, victorioso de la batalla de los reyes que habían llevado preso a Lot; le ofreció pan y vino, y lo bendijo. Por su parte, el patriarca le dio el diezmo del botín.
La epístola a los Hebreos hace una notable aplicación tipológica de esta misteriosa aparición. Aarón, con sus sucesores, era una figura anticipada de Cristo, nuestro Sumo Sacerdote, considerado sobre todo en su obra de expiación (Lv. 16; He. 9:11-12:24).
Pero al ser Aarón pecador y mortal, su sacerdocio se tenía que transmitir con constantes interrupciones; por otra parte, era insuficiente, porque no podía ofrecer más que símbolos (los sacrificios de animales) que representaban el gran sacrificio de la cruz (He. 7:23, 27; 10:1-4).
El redentor del mundo, considerado en Su resurrección y oficio perpetuo, tenía que ejercer un sacerdocio de un orden totalmente diferente: el de Melquisedec.
En efecto, Melquisedec era:
(a) Rey y sacerdote (Gn. 14:18), de la misma manera que Cristo será rey y sacerdote sobre su trono (Zac. 6:12-13).
(b) Rey de justicia según el significado de su nombre, y Rey de Paz (He. 7:2), dos términos que caracterizan igualmente al Mesías (Is. 9:5; 11:5; 32:1; Jer. 23:5-6; 72:1-3, 7).
(c) Melquisedec es «sin padre, ni madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de vida» (He. 7:3). Se ignoran su principio y su fin; no figura en ninguna genealogía levítica, única reconocida; se ignora incluso quiénes fueron su padre y madre.
En ello, Melquisedec es el tipo de Cristo eterno, que aparece súbitamente en medio de Israel sin descender de Aarón y sin pertenecer a la tribu sacerdotal, y que por el poder de su resurrección queda como nuestro sumo sacerdote para siempre (He. 8:13-16, 24: Jn. 1:1; 8:58; Ro. 6:9).
(d) A diferencia de Aarón, es mediante juramento que Dios confiere directamente a su Hijo este sacerdocio, de la manera que la consagración de Melquisedec no fue hecha por el camino establecido en Israel (Sal. 110:4; He. 7:2-22).
(e) Melquisedec ofreció a Abraham pan y vino en comida de comunión (Gn. 14:18). Esto lleva el pensamiento al pan y vino de la cena que se toma en memoria del sacrificio ya consumado en la cruz (Lc. 22:15-20).
(f) Melquisedec recibió de Abraham (y en consecuencia de Leví, que aún debía venir de él) el diezmo de todo. Se muestra superior al patriarca, a quien dio su bendición; por ello, su sacerdocio es de un orden más elevado que el de los sacerdotes levíticos y que el de Aarón (He. 7:4-10).
Así, el sacerdocio de Cristo sobrepasa en excelencia a todos los sacerdocios judaicos y humanos (He. 7:26-28). Viene así a ser la base del Nuevo Pacto, anunciado por los profetas e infinitamente superior al Antiguo (He. 7:11-12, 22; 8:6-12).
Este tipo de Melquisedec exalta así el ministerio único y totalmente eficaz e intransmisible del Hijo eterno de Dios. Por ello, constituye un grave error la práctica de la Iglesia de Roma de aplicar a cada uno de sus sacerdotes el pronunciamiento: «Tú eres sacerdote, según el orden de Melquisedec».
Es evidente que esta pretensión carece de fundamento, por cuanto este sacerdocio de Cristo es intransferible (cfr. el original gr. en He. 7:24, «aparabaton», en el Nuevo Testamento interlineal griego-español [Clíe, Terrassa, 1984]).
En Cristo, todos los creyentes forman parte del sacerdocio regio en el que Él ha tenido a bien asociarnos (1 P. 2:5, 9-10; Ap. 1:5-6; 5:9-10). En contraste con las claras afirmaciones de las Escrituras, se puede mencionar también la confusión en que han caído los mormones, que también pretenden perpetuar en su «Iglesia de los Santos de los Últimos Días» no sólo el sacerdocio de Melquisedec, sino junto y en paralelo con éste también el de Aarón.
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