En Egipto este arte era ya ejercido por hombres y mujeres desde antes de la llegada de los hebreos (Herodoto 2:35; Gn. 41:42). En la época del éxodo, los israelitas hacían tejidos simples y complicados (Éx. 35:35).
Los lienzos bastos de pelo de cabra y de camello servían para hacer tiendas y vestidos ordinarios (Éx. 26:7; cfr. Mt. 3:4); también se fabricaban tejidos de lino fino, de lana, con colores y diseños variables (Herodoto 3:47; Éx. 26:1; cfr. Éx. 28:39); con los tejidos se podían incluir hilos de oro (Éx. 39:3) que eran en ocasiones bordados (Éx. 27:16; 38:23).
Entre los hebreos eran por lo general las mujeres las que hilaban y tejían (2 R. 23:7; cfr. 1 S. 2:19; Pr. 31:22, 24; Hch. 9:39). Los mantos y las túnicas sin costura se hacían con telar. Los sacerdotes llevaban estas túnicas (Éx. 28:6; Ant. 3:7, 4). El Señor Jesús también tenía una (Jn. 19:23).
El telar se componía de un marco de madera sobre el que se ponían, arriba y abajo, dos corrones con la urdimbre. En Egipto, a veces se ponían horizontalmente. Por medio de una lanzadera se hacía pasar otro hilo cruzado con el de la urdimbre (1 S. 17:7; 2 S. 21:19; Jb. 7:6; Jue. 16:13, 14; Is. 38:12).
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